22/12/14




Un año más me han vuelto a descubrir.

Unos me llaman el espíritu de la Navidad, algo así como una ola de solidaridad, bondad y buenas palabras que cada año embriaga a las gentes. Otros, sin embargo, dicen de mí que soy una mera campaña de eso que ahora llaman marketing, una invención de buitres capitalistas que emborracha las mentes consumistas de la sociedad actual. Quizá ninguna de las dos posturas sea totalmente cierta ni plenamente falsa.

Lo verdaderamente cierto es que ser no soy, pero estar sí estoy. Yo estoy en cada reencuentro; en cada huída de aquellos que escapan durante estos días de sus recuerdos por los que se marcharon junto a Él. Estoy en cada abrazo, en cada beso, en cada mirada, en cada lágrima… y me han vuelto a descubrir, ¡ya lo creo que sí! Pero, sin embargo, nunca me marcho;  o ¿es que el hambriento solo pasa hambre en Navidad?; o ¿es que el niño que no tiene juguetes sí tiene zapatos para todo el año?; o ¿es que el enfermo solo puede recibir visitas durante los últimos días del mes de diciembre?

Estoy en todas esas familias desahuciadas buscando un cálido rincón de acogida como lo buscaron María y José en Belén. También estoy en todos aquellos que tienen que abandonar su entorno, con temor, en busca de una vida más próspera, al igual que huyeron Jesús, María y José hacia Egipto. Estoy muy cerca de vosotros, me rozáis y os cruzáis conmigo cada día. Estoy en aquel hombre que se cobija cada noche a la puerta del claustro de San Esteban, aguantando impertérrito las gélidas horas que ponen fin a un día más y preludian un nuevo amanecer; estoy en aquél hombre que, habiendo sido privado de su trabajo y su jornal, tiene que agachar la mirada en busca de la solidaridad de aquellos que pasan junto a él; estoy en aquellos que luchan e investigan por acabar con todas aquellas enfermedades que encuentran su punto débil en los más desfavorecidos; estoy en la tierna mirada de aquella abuela que tiene que tratar de mantener a hijos y nietos con unos pocos euros cada mes.

Pero, ¡qué suerte de vosotros! Porque vosotros, amigos cofrades, estáis sabiendo interpretar mi presencia. Vosotros estáis empezando a comprender que la bondad del hijo de Dios es infinita y, como tal, no se agota en las horas que se alarga cada año el veinticinco de diciembre. Nuestras Cofradías, Hermandades y Agrupaciones están cada vez más involucradas en proyectos de caridad, solidaridad, ayuda al más desfavorecido. Vosotros, hermanos cofrades, trabajáis cada vez más duro por ayudar a aquellos que os reclaman con sus gritos silenciosos.

Este año mis amigos de Piedra Nazarena me han dado la oportunidad de compartir con vosotros mi Alma, y me gustaría terminar animándoos a continuar por la senda iniciada y que podáis felicitar la navidad cada día a aquellos que proyectan sus esperanzas en vosotros.


¡Que Dios os bendiga!



0 comentarios:

Publicar un comentario